14 de marzo de 2015

Las niñas ingenieras: Erika y Esmeralda

La noticia se propagó a nivel mundial e incluso Facebook les dedicó un vídeo.
Erika y Esmeralda en Bolivia
Son las cinco de la mañana en Ispaya, comunidad de Ancoraimes. Erika Mamani (de 12 años) abre los ojos y sabe que es un nuevo día de escuela. En Pachira, otra comunidad de ese municipio, también despierta Esmeralda Quispe (13). Luego de desayunar, cada una se alista y camina una hora y media para llegar a su unidad educativa, aunque Esmeralda suele emprender ese recorrido en bicicleta.
Erika viste una chompa celeste de lana que combina con su pollerita de color azul eléctrico. Una sonrisa gana su rostro cada vez que mira a alguien. A Esmeralda, en cambio se la nota tímida. Un jean y un abrigo plomo la cubren del frío, pese a que es un día soleado. Cursan el séptimo curso en la unidad educativa Ancoraimes.
Estas dos niñas fueron galardonadas en septiembre del año pasado con el primer premio en la Olimpiada Científica Estudiantil Plurinacional por fabricar un brazo hidráulico. A su corta edad y con elementos básicos como jeringas, agua y madera pusieron en práctica teorías físicas que se aprenden de manera regular en niveles superiores.
La noticia de este logro recorrió el mundo a través de distintos medios de prensa. El realce de la hazaña fue tal que de forma reciente Facebook las destacó y les dedicó un video denominado Erika & Esmeralda, en el que se cuenta su historia.
Ante este panorama cabe la sentencia: Erika y Esmeralda, a pesar de no contar con internet y vivir en el área rural, demostraron que sí es posible emprender algo de esta naturaleza si es que uno se lo propone.
“Las conoce mucha gente al rededor del mundo, ¿cómo se sienten con esto?”, nace la pregunta necesaria. “Me siento muy bien y alegre”, dice sonriente Erika. “Mis papás me han felicitado y me han dicho que siga adelante, que están orgullosos”, complementa tímida Esmeralda.
Su actual profesora, Victoria Ticona, cuenta que el año pasado no las conocían en el nivel secundario, pero luego de que obtuvieran el premio los profesores comenzaron a preguntarse quiénes eran estas pequeñas.
“Cuando las vi, les dije: ‘ustedes son famosas’ y las felicité. Siempre las aliento para que sigan estudiando, ya que va a ser algo grandioso para Ancoraimes. Son un orgullo para nosotros”, comenta Ticona con expresión de felicidad.
Si bien su jornada se inicia a las cinco de la mañana, ellas tienen otras actividades luego de la escuela. A las 13:50 toca el timbre de salida y luego de despedirse cada una emprende rumbos opuestos. En esta ocasión, a Esmeralda una bicicleta rosada la espera para recorrer los kilómetros de vuelta.
Erika llega casi siempre a las 15:30 a casa. Luego de almorzar colabora con su mamá en las labores de casa. Mientras ella se dedica a ello, Esmeralda sale de su casa para pastear sus ovejas. Siempre procura retornar antes de que anochezca ya que las noches están reservadas para las tareas.
El docente que las impulsó a realizar el proyecto, Abel Quister, comenta emocionado que siempre fueron estudiantes destacadas. “Se quedaban en el recreo a construir el brazo mecánico e incluso en las salidas, para poder terminar su proyecto”, cuenta.
Más allá de ser evidente el gusto y la pasión que adquirieron por la parte de ingeniería, ambas confiesan que su materia favorita es el aymara. Este idioma es hablado por sus padres y también por ellas, aunque en la actualidad perfeccionan su escritura.
Cuando no están estudiando o charlando con sus amigas, les gusta correr tras una pelota. Erika escogió la de básquet y Esmeralda, la de fútbol. “Me gusta ser defensora”, dice con más confianza Esmeralda.
Una carrera en ciernes
Tanta fue la satisfacción que les dio fabricar el brazo hidráulico y ganar un premio con él, que decidieron incursionar a futuro en el campo de la ingeniería. Erika quiere estudiar la carrera de ingeniería electrónica mientras que Esmeralda sueña con transmitir el conocimiento que adquiera siendo profesora en esta área.
“Yo pienso estudiar electrónica cuando sea grande. Me gusta la física y la química”, lanza inocente y a la vez segura Erika. “Me gustaría estudiar para ser profesora de electrónica. Me ha gustado”, afirma Esmeralda luego de confesar que antes ni lo habría pensado.
El municipio que está en lo más alto
A pocos segundos de pisar las losetas de la plaza principal de Ancoraimes, un grupo de comunarios sentados fuera de una tienda, mientras comparten un par de refrescos, me llama para que me acerque.
“Buenas tardes, ¿a qué se debe su visita?”, pregunta uno. “Vine a conocer a las niñas que crearon el brazo hidráulico”, respondo. “Ah, cierto. ¡Ahora somos famosos!”, aventura otro con expresión alegre.
Luego de saludarlos me dirijo hacia la unidad educativa donde estudian Erika Mamani y Esmeralda Quispe. Otro comunario, quien luego se presenta como Benancio Tórrez, ofrece guiarme hasta el centro de estudio.
Con voluntad y amabilidad únicas, don Benancio explica que luego de la noticia del brazo hidráulico las miradas se volcaron hacia Ancoraimes. “Ahora estamos en lo alto”, comenta mientras llegamos.
Y es que este municipio altiplánico de árboles coposos y pastos amarillentos, como muchos que están a orillas del lago Titicaca, se colocó en la agenda mundial tras la visibilización del producto de estas dos niñas.
En una jornada normal bastan dos horas y media para llegar desde Río Seco, en El Alto, hasta este lugar que nunca más será “sólo un punto en el mapa”.
/Gabriel Díez Lacunza/

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